dejame
que piense en voz alta
y que cuando piense
cada palabra sea arrastrada por el viento
que sopla cuando uno piensa,
que
a todo el mundo menos a vos
no le importe ni la panza
de las palabras con panza que te digo,
y ocurra
al rato, siempre al rato
que intentes
recapturar lo que se desustancia
o bien, lo que ya no está
sino volando
hacia el país de las palabras
(la fabulosa instancia mental)
que siempre logro parir
cada vez que me hacés s e ñ a s
desde el otro punto del agua
y, que aún intentando conformarte con las cenizas
de mis urgentes necesidades,
así como el hambre a las migajas,
como el oido absoluto al silencio
como un rincón de tu piel a un índice ajeno
no puedas más que eso, mirarme desde el otro punto del agua.
(que no es más que el país
de los oídos que aguardan las palabras
del país vecino)
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