en cierto rincón
del espacio
el aire flota
sin peso específico
con el tiempo
que trastabilla
con el terror
de la distancia
con el cuerpo
submarino
con el lápiz
que perfecto
de súbito una estrella
reconoce la voz
el aire
guarda el aliento
curioso invento del polvo
que trae lo cósmico a la pupila
alumbra una galaxia sonora,
oye el sonido
vertebrado de la políglota
desmineralizado del tiempo
de cien dedos anárquicos
que resuelven la pregunta final
cualquiera
oye el sonido;
yo, la madera
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