En ese orden precisamente llegan esta mañana,
los bares y la gente porque algo o varios algos tienen en
común.
Uno llega, deja su bolso, dispone postura, mente y
estómago
y la música, como un exabrupto, sale de debajo de las
mesas
La música promedio, fuerte y espantosa de las radios
híbridas que
suenan siempre en los bares promedio. Música o sonido o
ruido o eso que ocupa el aire.
Melosa, con tres de azúcar. Odiosa, detestada incluso por
quienes la, la, la
Hacen o la tocan o la. Esa música
que brota de debajo de las mesas. Como la gente,
con la cual a veces uno dispone oídos, tiempo y paciencia
Y al final de la línea sólo gritan, escalas mayores y
menores de idioteces.
Se convierten al final en voces, que llegan débiles, sin
argumentos.
Palabras que al final se gritan y se silencian y se vuelven
al lugar
del cual nunca debería haber salido,
debajo de la mesa.
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