sábado, junio 30

entrevistas


le preguntan una y otra vez
de lo mismo, de aquello
pero él responde de otra cosa, de eso que tiene guardado
contesta,
            pausado, sincero
            la vida me fue enseñando, pero además yo quise aprender
sentado en un sillón colorado le dice
a su garganta, qué paradoja que sea a su garganta
i need you mucho y juega con sus manos y
contesta,
            y dice que esa pregunta no la va a contestar y continúa
hablando de
            la memoria de las células que seguirán bailando
cuando no haya nadie a quien pedirle

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lunes, junio 25

los astronautas


aunque el espacio donde los astronautas bailan  
sea un espacio donde no existe espacio para nada
porque mucho más que espacio -en tanto espacio-
es ciertamente nada -en tanto nada-
irrefutable es la paradoja del infinito donde
teniendo todo el espacio -en tanto lugar- del mundo
(y pensar que mundo llamamos apenas al nuestro)
no hay nada -en tanto vacío-, excepto nada,
aunque eso hay de sobra

los astronautas son, ante todo, esos trajes que llevan

los movimientos en cámara lenta
la primer pisada y la audiencia expectante
la esperanza de que lleguen salvos y sanos
¿a quién le importa, a fin de cuentas, si hay o no cuerpos dentro?


girando al compás del silencio absoluto
con atuendos gigantes, ahí van
 muñecos burdos flotantes

pero apenas consiguen simular un vals que ya nadie ve,
vals de astronautas, además

ya ningún niño sueña con ser astronauta cuando sea grande

pasaron más de cuarenta años
            (tanta modernidad y los trajes apenas si cambian)
y ya nadie los filma
y ya nadie los espera
y ya nadie cree en ellos

que en realidad no sea todo un juego de ficción

hombres extraños esos
hombres que deciden
escapar de este redondo giratorio humeante teatro
(ése que tantos creen el único)
y atravesar la nada escondidos en cápsulas que resisten
calor, frío, tiempo y espacio
hombres encapsulados
hombres disfrazados
hombres olvidados

los astronautas

sábado, junio 23

los bares y la gente


En ese orden precisamente llegan esta mañana,
los bares y la gente porque algo o varios algos tienen en común.
Uno llega, deja su bolso, dispone postura, mente y estómago
y la música, como un exabrupto, sale de debajo de las mesas
La música promedio, fuerte y espantosa de las radios híbridas que
suenan siempre en los bares promedio. Música o sonido o ruido o eso que ocupa el aire.
Melosa, con tres de azúcar. Odiosa, detestada incluso por quienes la, la, la
Hacen o la tocan o la. Esa música
que brota de debajo de las mesas. Como la gente,
con la cual a veces uno dispone oídos, tiempo y paciencia
Y al final de la línea sólo gritan, escalas mayores y menores de idioteces.
Se convierten al final en voces, que llegan débiles, sin argumentos.
Palabras que al final se gritan y se silencian y se vuelven al lugar
del cual nunca debería haber salido,

debajo de la mesa. 

ateísmo viral


silencio ruido silencio
constante hiriente penetrante
alarmas de la conciencia dormida
disfónica manera de convertirme en mi sombra
la medianoche y las campanas del destino
los vidrios empañados para ver de cerca
los cristales rayados para ver de lejos
por fin un paréntesis
aunque se abra y pronto se cierre
respiro aliviado como esperando que el alivio perdure
si al final siempre supe que un instante nunca fue más que un instante
los parásitos en el fondo del frasco
los monólogos interminables de media tarde
duermevelas entresueños pero siempre del lado de la vigilia
risas auxiliares licenciadas aturdidas profesionales ausentes
mis pocos argumentos para cambiar los botones
el tiempo de descuento para abrir las ventanas

y al fin, respirar.