viernes, agosto 7

tengo razones para convertir un café cargado en un poema vacío

dispongo cortinas, palabras, colores
(es inútil, pero insisto en clasificar mi nostalgia en
códigos rojos, amarillos y naranjas)

pongo de fondo y en duda una vieja y hermosa canción
(¿te asusta mi guerra menos
que alto el fuego en mi corazón?)

decido sobre esto y aquello
(café para las ideas propias,
un té digestivo para las ajenas)

elijo un final entre tantos
(solo,
jugando con la cuchara y los paréntesis
mirando por la ventana
despidiendo al invierno
que se aleja
esta vez
ofendido)


reflexión final:
no, dejá, pago yo, como siempre.

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