antes no sé,
habré flotado inocente y plácido
en aquella tibia laguna pero ahora
mirame, mirame
fijate en mis manos ínfimas
mis reflejos arcaicos,
mi sonrisa dibujada del tercer mes,
escuchá cómo las señoras de la cuadra
exclaman y exageran,
con esas uñas esculpidas me intentan acariciar,
me hablan como a un retardado,
ay, qué lindo bububú y luego llega alguien
que me enseña a caminar, parezco
un equilibrista principiante y asustado,
balbuceo mis primeros discursos con la certeza
de que en realidad son ustedes quienes
no me comprenden,
me amenazan mis insoportables ganas de hacer pis
en un patio atestado
de blazers azules y pantalones grises
cantando fe boasoma,
irrumpen los granos delatores sin mi permiso,
la vergüenza ante las esclavas y las misericordias,
descubro lo impoluto y las poluciones,
pronuncio esta voz nueva como parida desde una caverna
mi cuerpo súbitamente adolescente, a estrenar
mirame, mirame y mirame
aunque mejor no me mires porque
ya soy grande, y si quiero
me desnudo frente a cada primavera,
me doblo los tobillos, me cambio el peinado
y hago pactos de saliva, de inocencia y sangre
me siento en la vereda, miro con mis ojos jóvenes
y descubro el mundo con la sensación de mi cuerpo infinito,
y así, un día oigo la noticia lejana de que mis huesos
ya alcanzaron su máxima extensión,
una mañana veo una arruga y una tarde veo una cana,
entonces, llegan las primeras huelgas de rodillas,
los sindicatos quejosos de mi falta de aire,
las ilusiones con cuatro patas y un mantel,
los viernes hasta cualquier hora se convierten
en sonrisas, mate y churros de sábado por la mañana,
miro mis manos fabricantes y pienso
en lo impensable del día en que
mis lunares salpiquen de pecas la piel de quien aún no vino,
en los espejos se reflejan las marcas de lo andado,
el collage multicolor de los moretones de la adultez,
los accesos de tos, las várices en paralelo,
el pecado de la sal, las cuotas fijas del paso del tiempo,
de a poco aprendo de la geometría de la evolución,
entonces, lo recto de aquellos ideales se vuelve curvo
como mi columna vencida, doblada,
como un paréntesis que comienza a cerrar este párrafo,
vuelvo a deambular como un equilibrista, pero ahora jubilado
me apoyo en mi bastón, acaso mi único órgano aún erecto,
se van los últimos minutos del segundo tiempo y
llegan los primeros olvidos o quizás los segundos o los terceros
asoma la humedad como razón ortopédica
de cualquier dolor de tobillo o de muñeca,
abundan los jarabes, las pócimas y las cremas,
alguien dibuja dos zanjas debajo de mi nariz,
hendiduras profundas, como profunda la tristeza
de quizás ser el último de la promoción del 96,
mi cuerpo, este remito de mi vida vivida,
las ganas de despedirme y mi falta de aliento.
1 comentario:
este ya lo leí.
en otro lugar.
y es perfecto
de principio
a
fin
me encantó.
besos,
lu
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